Había descubierto o resuelto muchos enigmas de la vida, uno de ellos, era el que existía un dolor más allá del físico, uno almático, uno que sobrepasaba los límites de la imaginación o la descripción en palabras, no se llega a expresar de una forma concreta, o se puede simplemente definir en pocas palabras, duele el alma, al saber que nunca volverás a ver el rostro de alguien a quien amas que más allá de compartir tu sangre, es un elemento fundamental, un pilar y sustento para tu existencia, alguien que con solo mirarlo lo entendía todo, cada vez que revives el recuerdo en tu mente, de su ataúd, de la noticia que habían arrebatado su vida, sin más.
Quedan incógnitas, dudas, impotencia, y sobre todo el dolor abrasador, que quema como la misma llama del infierno, que desatará todos aquéllos demonios que pensabas que acallaban en tu ser, odias al mundo, a las personas que lo habitan, te odias a ti misma, porque no puedes volver a verlo, a mirar su sonrisa, ni escuchar sus bromas, ni que te estreche en sus brazos y te diga que todo estará bien. Te extraño hermano, vivo con tu recuerdo vivaz y mordaz en mi, te amo.