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Des-igualdad entre personas

Judith Rísquez Bautista Judith Rísquez Bautista Seguir May 20, 2019 · 3 mins lectura
Des-igualdad entre personas
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Sociedad con índices de distinción, ya en los inicios caminábamos de manera errónea, diferenciando y menospreciando allá donde se miraba, mientras el tiempo seguía avanzando, y con los días podías saborear ese desdén que terminó por convertirse en una costumbre cotidiana, por cualquier circunstancia, múltiples discrepancias, en cualquier paso temporal; y un día llegó el internet, donde se podía masticar cada ultraje. El poder del anonimato, la cobardía de esconderse tras un nombre de usuario; sin saber si realmente era la persona que decía.

La desconfianza empezó a crecer sin límite y con ello, todo desprecio, hombres o mujeres, se dice desde los inicios de la historia que el hombre era quien luchaba por la familia y la mujer dedicada a labores del hogar y la familia; oculta en cuatro muros al que llamar hogar. Mujeres que caminan sobre una cuerda floja, mientras la intentan derrumbar, oprimir, su opinión no es considerable, pues cada mujer ocultando su dolor, pero cuando los sentimientos se mezclan con la humillación y la violencia, un mar de sangre cae por el recorrido… En el paso del tiempo el hombre pudo liberarse de la lucha, de la guerra, bastaba con cualquier profesión que deseaba, pues las mejoras de vida cambiaron, pero las mujeres no avanzaron, se quedaron atrás, condenada con el mismo trato de los inicios, pues el hombre tenía privilegios que la mujer carecía. Pero con la ayuda de muchas mujeres, pudimos hacerle frente a ello, y empezamos a tener tantos privilegios que cualquier barón.

Sin embargo, no fue suficiente para terminar con este patrón, aún sigue habiendo un bucle de abusos, físicos, psicológicos, camuflado en la palabra “amor” mientras surgía odio en cada acto. Y en cuando se trata de una familia, de obtener ese calor de hogar, sin embargo tan solo ardía dolor. Llega el día en que se agranda la familia, y con su nacimiento, el llanto, su sonido estridente que le hacía perder la paciencia haciendo por desvanecerse… Los gritos aumentaban, la mano se alzaba, hasta el momento de intentando calmar unas lágrimas con impactos sin control que solo aumentaban el llanto, cualquiera se opone a ello, pues ninguna mujer haría lo contrario, y con ello proteger su hijo; a pesar del dolor que sigue a flor de piel, tan visible como predecible, pues el hombre también le insultaba, la menospreciaba en cualquier movimiento, haciéndola sentir que no es nadie ni nada.

Mientras ellas deseaban ser apreciadas en cualquier circunstancia. Mujeres con piel de dálmata por los hematomas existentes que ellos provocan camuflados por telas, disfraces que nadie podía ver, sonrisas silenciosas, hasta el día. Ese día que lo cambia todo, en el que la mujer termina por comprender tras la visita del hospital, las miradas de compasión y tristeza en su dirección, la enfermera que acude a ti para exclamar la ayuda que sus ojos gritan. Y ahí empieza la cuestión, la reclamación de una misma, cuando una empieza a quererse y a desear respirar, pensar un futuro sin violencia para su hijo, sin tener un cinturón apretando alrededor del cuello con la evilla ahogando, dañando. Mentiras que se pronuncia, pues con la verdad con nudo en la garganta queriendo estallar pero aun con temor de lo que le pueden arrebatar.

Resurgiendo, sin volver a agachar la mirada. Princesa transformada en guerrera.

La rebeldía de la ignorancia se ha desvelado, pues nadie es inferior ni superior, igualdad en línea paralela, y con ello, la despedida, el nuevo principio, un nuevo florecer, pues irse lejos, nunca fue su afán pero por primera vez se sentía en casa.

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Judith Rísquez Bautista
Escrito por Judith Rísquez Bautista Seguir
Mi pasión es la escritura, la mejor manera de escapar, en un mundo de palabras sin censura.