Olvidar es un arte mientras que amar es muy sencillo.
Desde que salimos de la tripa de nuestra madre, recibimos besos, caricias, abrazos, dulces palabras. Establecemos una relación difícil de romper, y desarrollamos nuestro ‘apego’.
Crecemos, y vamos al cole, allí, cada día hacemos amigos nuevos, reímos, disfrutamos, y somos felices.
Seguimos avanzando y nos enamoramos por primera vez, de manera incondicional, sin ver mas allá, sin pensar, solamente dejándonos llevar. Nos cala profundo, ya sabéis de lo que hablo. De esas sonrisas tontas que se nos escapan solas cuando le tenemos delante. De ese: “te acabas de ir y ya te echo de menos”. De esos buenos días que nos hacen empezar el día con mucha energía. De las primeras veces. Las primeras vacaciones juntos. Las locuras. Los primeros paseos de la mano. Y, como olvidarnos, del primer “Te quiero”. Tan profundo. Tan sincero.
Y de repente, adiós. Se esfuma. Nos rompen. Se va. Desaparece. Se nos acaba el mundo. Es muy difícil olvidar a alguien que has amado hasta lo mas profundo de tu ser, aunque sepas que ya nada iba bien, que no eras completamente feliz, que ya no era todo perfecto como al principio, pero aun así, preferirías mil veces esa imperfección con esa persona, que la mejor de las maravillas que puedan estar ahí fuera. ¿Qué idiotas no?. Siempre conformándonos con poco. Y no se si es por miedo a la soledad, o por miedo a no volver a sentir lo mismo de nuevo.
Amiga, te contaré algo: nunca sentirás lo mismo dos veces. Buscarás mucho y no encontrarás nada. Seguirás esperando que vuelva, y nunca lo hará, hasta que un día, llegará. Llegará una persona que te haga sentir en paz. Si, no te confundas, he dicho en paz, que no completa, porque siempre recordarás y echaras de menos eso que hubieses querido que se quedase, para repetir una y otra vez aquella tarde, como si de un dejavu se tratase.
No volveré a enamorarme nunca – decimos. Y luego…luego, por suerte, nunca se cumple.
No es discapacidad, es capacidad.