Flaco, pequeño, gordo, negro, blanco, feo, raro, sucio y el mundo no para de etiquetar. Vivimos en un lugar en donde es más importante la apariencia que la esencia que hace único a cada individuo. Invertimos tiempo y dinero para seguir modas, y actuamos en contra de nuestros propios principios y todo para ser socialmente aceptados.
En cuanto vemos a una persona, comenzamos a suponer acerca de lo que es o que debería de ser, porque así es como luce y así lo dicta la norma. Nos creemos los falsos estereotipos de los que a diario escuchamos y no nos detenemos a pensar que tan ciertos son.
En cada ser habita un extenso y singular universo del que poco sabemos. Sería maravilloso abrirse a nuevas oportunidades de conocer la belleza que cada uno esconde. Tal vez esa persona de la que tanto te burlas podría tener mucho en común contigo, esa persona a la que tanto críticas tiene su historia y sus razones para ser quien es y esa persona que tanto odias podría ser quien mañana te salve la vida.
Deberíamos dejar atrás todos esos temores y prejuicios hacia otros. Las etiquetas solo deben usarse para la descripción del contenido de los objetos, no en la gente.
Adiós etiquetas, hasta nunca estereotipos.