Hemos llegado tan lejos como la ciencia nos ha permitido. Con tesón, curiosidad y recursos hemos logrado grandes avances, que nos han permitido mejorar la calidad de vida. Ya no mueren tantos niños, vivimos una vida más larga, superamos enfermedades que antaño segaban poblaciones. Todo ello ha sido posible gracias a la investigación y a la experimentación. Éste último punto es el conflictivo.
La tendencia que desde hace años se intenta explotar, es la no experimentación en animales. Es considerado como sádico e innecesario. No deja de tener su punto de verdad, ya que los animales son seres sufrientes igual que nosotros. Pero entonces, cuando se preguntan por alternativas, nadie sabe decir una. Y surge la diatriba ¿Cómo averiguamos que el medicamento X cura la enfermedad Y? No hay respuesta. Es cierto que existen personas voluntarias para tratar una enfermedad determinada, pero son las menos. Sin seres vivos sobre los que aplicar el fármaco, no se puede saber si la tesis planteada es correcta o hay fallos.
Si los defensores de los animales lograran su objetivo, se destaparía el gran monstruo que esconden los grandes laboratorios. Si se dejase la experimentación sobre animales irracionales, se haría a escala global sobre los racionales, nosotros. Hasta ahora se han realizado “estudios” sobre determinadas poblaciones y colectivos. Algunos se han hecho públicos (al cabo de muchos años) y hasta uno se ha llevado al cine, tras su publicación como libro. Véase “the constant gardener”.
Teniendo en cuenta la voracidad de las grandes farmacéuticas, que miran más por su beneficio económico que por la salud. ¿Nos saldría rentable que dejasen de sufrir los animales para sufrir nosotros? Hay que tener en cuenta, que dentro de todo cuanto saca al mercado la industria farmacéutica, hay una pequeña porción de medicamentos con utilidad real sobre la salud. Si no experimentasen, no podrían sacar nada. Ni lo útil ni lo comercial ¿Impedimos entonces éstos avances necesarios?
Es un problema muy complejo de difícil solución, pues nos hallamos, o más bien nuestra salud, en manos que no temblarán en con qué o quién experimentarán.