Muchas veces me he preguntado: ¿qué se sentirá al ser aceptada por otras personas y agradar? Lamentablemente no es algo que me suceda muy a menudo, y si bien, ya estoy acostumbrada al “rechazo social” y a pesar de tener amigos, en su gran mayoría, hombres, a los cuales adoro con el alma, a veces siento ese vacío, ese algo que anhelo y que me falta.
He pensado durante años, desde chica y desde adolescente, que yo era “rara” y “diferente” y eso me llevaba a hacerme sentir culpable por el hecho de no caerle bien a los demás. En mi mente: “yo era la anormal” pero un día simplemente lo entendí con claridad; el motivo por el cual, casi nadie me aceptaba. Ese motivo, es que no me gustan las apariencias, ni las mentiras, ni las traiciones, ni herir a personas que jamás me hayan hecho nada. Ese motivo, es que soy yo misma, delante de todos mis familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, soy de la misma manera. A veces un poco tímida, pero siempre muy racional y sin pelos en la lengua, como diría mi vieja.
Soy de esas pocas personas, que creen que los problemas se resuelven hablando y no evitando el problema o dejándose de ver. Por un lado, sé que ser así me hace ser, ante otros, “la rara” pero por otro, estoy orgullosa de que hoy no me importe tanto esa “falsa imagen” que puedan llegar a tener de mi. En las redes sociales, aprendí que si sois doble cara, ganáis más. Veo casos así todo el tiempo, y si a esas personas las hace felices, está perfecto.
Antes me dolía mucho, sobre todo en la escuela, que me dejaran de lado, y sobre todo; que nadie se diera esa oportunidad de “conocerme”. Sé que hay mucha gente a la cual le ha pasado algo similar, o adolescentes, a quienes les toca vivir lo mismo en el día a día, y sé la tortura que puede llegar a ser. Pero con los años, aprendí a ser feliz, incluso, rodeada de pocas personas.
En el fondo, sé que siempre voy a creer que esta tendencia a discriminar, al que no piensa como la mayoría o al que es honesto, es injusta y cruel.
Lo más importante es no cambiar nuestra forma de ser, para agradar a terceros. No dejar de lado nuestras creencias, ni traicionarnos a nosotros mismos, en esa búsqueda de igualdad, de aceptación y de pertenencia. Mi mayor fortaleza, es mi convicción de que todos nosotros, los “diferentes” tenemos algo que otros se niegan a ver, porque es algo que a ellos les falta, y que somos personas sumamente valiosas, perdidas, en un mundo de máscaras.