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A solas

Amaranta Calderón Amaranta Calderón Seguir Aug 30, 2019 · 3 mins lectura
A solas
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Llevo días aquí, a solas con mis pensamientos y las cargadas imágenes de mi soledad. Intento comprender lo que me ha llevado al encierro físico, y he de suponer que es el encarcelamiento mental que ya tenía y necesitaba un lugar donde sentirse igual. Una vez sumergida por completo en el bunker de mi cabeza, lo sentí, y ahora soy capaz de describirlo.

Se siente como ahogarse mientras se respira, donde cada molécula de oxígeno es una punzada que llega a lo profundo de mi pecho. Reconozco que estoy viva por el dolor inmenso que me causa, y eso quizá sea bueno. ¿Qué seria del mundo y su humanidad sin el dolor? Espero jamás se responda esa pregunta por completo, es atemorizante pensar en la banalidad de la vida sin el mínimo sufrimiento. Sin embargo, hay límites, no hay cuerpo que soporte más peso sobre si del que pueda cargar; justo ahora el único peso que parezco capaz de sostener es el propio, y ni siquiera.

Pero es lógico, la vida viene sin instrucciones o reglas claras. El universo se encarga de mandar peones al tablero de juego y lo denomina sociedad; deja que lo peones jueguen solos mientras adivinan las reglas o las crean por sí mismos. En el transcurso de la partida, se es negro o blanco, es difícil encontrar matices de gris, se puede mover a un lado o hacia otro, se aprende, se pierde, se gana y se vuelve a empezar, hasta que en un momento dado, todo cambia, y el juego que parecía aprendido con instrucciones concretas, es presa del caos absoluto, lleno de incertidumbre y clara oscuridad, de nuevo; lo único diferente son los lazos que se forman en el tiempo de juego, lazos entre peones que se tornan difíciles de quebrantar, o tal vez demasiado débiles para llegar hasta el final.

Nadie controla el tablero, a excepción de sus peones, este cambia, se reinventa y se destruye a paso de quienes lo componen, el juego de la vida solo acaba para un jugador a la vez, y lo hace continuamente por diversos motivos. El conflicto radica cuando el tablero sigue sobre la mesa y ya no hay deseos de seguir jugando, cuando ganar o perder tienen el mismo valor equivalente a cero, cuando los lazos se quebrantan como hojas en otoño y volver a iniciar deja de tener sentido. Dejamos caer a aquellos que nos importaron alguna vez por estar nosotros caídos, y tomamos decisiones repetidas que nos hunden cada vez más hacia al abismo constante al que nos acostumbramos. No hay salida más allá del final que parece estar demarcado desde antes que se nos fuera puestos en aquel tablero, pero que cada vez que avanza el tiempo parece estar más y más lejos.

¿Alguna vez se ha visto a un peón rendirse ante su juego? No. Es un simple peón, en este caso del destino, el universo o como se llame, y la única decisión que no puede tomar es la de salir de ahí cuando lo prefiera, debe seguir jugando así no tenga propósito para avanzar, así sea caerse por entre el primer abismo que encuentre y entregarse a su dolor, para que en un momento dado, al fin, desaparezca.

Llevo días aquí, a solas, con el abismo, mi dolor y la abrumadora angustia de querer que se esfume de una vez por todas. Sigo sin descubrir la manera de sentirme capaz para cambiar el juego, o el caótico orden que este sigue. Ya no me quedan lazos por romper, ni reglas que seguir, o ganas de reinventarme y salir.

Me encerré para entender la prisión de mis adentros, y espero, sea suficiente terapia para que se cree la explosión que me permita salir, para después poder respirar sin temor a que me ahogue. Hasta entonces, permaneceré aquí, conmigo, y a solas.

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Amaranta Calderón
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