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Un Adonis enloquecido

Alby Duarte Alby Duarte Seguir Aug 31, 2019 · 4 mins lectura
Un Adonis enloquecido
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Seguía bailando, no era muy buena haciéndolo, pero tenía cierta magia, típico de las mujeres bellas que tienen gracia haciendo cualquier cosa.

Movía un poco en circular las caderas, cuando se meneaba sonreía y se sonrojaba, llevaba las manos a su melena oscura y miraba a la nada. Su amiga que estaba subida de tragos, subía, bajaba, alzaba los brazos y reía a carcajadas, tenía un vientre plano, se le notaba el ombligo y era dueña de una sensualidad monstruosa.

Un hombre de camisas a cuadros se acercó, rondaba los treinta, barbudo, cabello castaño, la más hilarante de las chicas fue más al centro de la pista, su melena dorada se perdió entre la multitud. La pelinegra miraba un punto en el espacio, un espacio ausente, presenciaba todo y no hacía muestra de su existencia, debes en cuando daba chispas, parecía una fotografía, se mantenía estática como si estuviera pausada.

Fue hasta la barra, ahora hacía mueca de hastío, pidió un trago, alguien la observaba en una esquina, miró a su alrededor, llevó la copa a sus labios, la hiel pasó a su garganta, como una caricia melancólica propia de quienes tocan por ultima vez un ser amado.

Miraba al centro donde los jóvenes se encontraban aglomerados, buscaba una amistad perdida, sacaba el móvil, tal vez miraba la hora, volvía a su trago, era un alma triste, la delataba la noche misma, la delataban sus gestos, su mueca ahogada en ansias de escapar de aquel sitio, ella no pertenecía a ese entorno, a ninguno, ella era una deidad perdida.

Pidió una copa más, escribía en su móvil, volvía su mirada a la pista, movía sus piernas, signo de cierta ansiedad, sus piernas pálidas como el alba, hacían contraste con el oscuro de un azul marino de la falda, abismo de quien mirara las trampas de sus muslos. Tenía una mirada mate, profunda, atribuida por sus grandes ojos y unas pestañas prolongadas, unos labios con volumen agraciado, pintados de carmesí, labios que pedían a gritos ser masticados, desgatados en placer.

La joven se sujetó de la mesada, aferrada, tambaleaba un poco,miró su alrededor, miró el móvil, se dirigió a la izquierda, un letrero rojo que luminaba decía “Damas”, se perdió de los ojos de quien la apreciaba,de quien la amaba esa noche. Salió del sanitario, con el cabello mojado, un signo volátil de rabia, sus ojos mates lacrimosos. La diosa había llorado,así parecía.

Salió del boliche, en un hombro colgaba su cartera pequeña y negra, de su cabello hizo un rodete, caminaba pausado como quien teme caer, una mujer robusta se le acercó, le tocó el hombro, tenía ciertos gestos de dulzura, preguntó si se sentía bien, y luego de unos minutos la figura se marchó, volvía a caminar sola, ahora tomaba un callejón oscuro, miraba de tanto en cuanto hacía atrás, miraba su sombra, miraba sus miedos que denotaban en sus piernas que cuando se detenía ella, le temblaban y al mortal enloquecían.

Que majestuoso es ese momento, cuando en la oscuridad las deidades pierden fuerzas, tiemblan, se estremecen. Caminaba,ahora alguien caminaba apresuradamente tras ella, ella lo sintió, corrió un poco pero su estado etílico no la permitió avanzar suficiente, el mortal la tomó de la cintura, ella quiso escapar, ahora le estrujaba la muñeca, gritó un poco y luego se dejó llevar a un rincón, el susurraba a su oído que no llorara, acariciaba su rostro y ahora la besaba con desesperación, la joven lloraba, suplicaba, pero no hubo quien la contenga. Proseguía, ahora la violentaba más, en una esquina su magia se apagaba, la falda oscura bajaba hasta sus pantorrillas,temblaba mientras violentamente la poseía un mortal de horror.

Un gemido alarido se escuchó y tras ello un vómito de asco que le nació de sus entrañas, las nauseas, aviso de su tétrico final, giró la cabeza miró a su intimador y con una voz serena y unos ojos llenos de dolor le suplicó la muerte, el la acarició y le dijo.-no.- Otra vez suplicó su muerte, sufría en la usura de su divinidad, el mortal la besó en la frente y hundió en su abdomen un puñal, ahora se resbalaba ella de entre sus brazos con las piernas desnudas la dejó desangrarse.

Tétrica noche de una diosa y un mortal. Era un adonis enloquecido y ella una afrodita de vuelta a su cielo.

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