Experimentación social

Desde que el ser humano ha querido saciar su curiosidad, empezó a observar el comportamiento de sus congéneres. La interactuación, el forjamiento de los roles y estatus, la creación de grupos sociales, y como no ¿cómo manipular las mentes?

En los tiempos remotos ya hubo “lavaderos de cabezas” para conminar a la lucha, para escindirse de un grupo social, para apartar al pueblo del saber…

A principios del siglo XX, toma el cariz de estudio científico. Se buscaba entender los entresijos de la mente humana y el sentir social. Predecir los comportamientos, identificar qué sentimientos mueven los intereses humanos.

Bajo éste paraguas, se realizaron experimentos como el de la cárcel de Stanford; se asignaros roles de presos y guardianes a muchachos voluntarios para observar el abuso de poder. El experimento de Milgram sobre la obediencia a la autoridad, estudió el sometimiento de la conciencia a una autoridad cuyas órdenes eran ilógicas y crueles. Un profesor realizó también un experimento social sobre sus alumnos, quiso demostrar el forjamiento del movimiento Nazi, la adhesión al mismo sin reflexión alguna y la negación posterior de pertenencia al mismo una vez eliminado el grupo. Éste quedó reflejado cinematográficamente en “Die Welle”.

En la actualidad su uso no es el puro observacionismo; es el identificador de oportunidades de sometimiento y control, el de crear compulsiones hacia las nuevas drogas (comprar y apostar). Véase los realizados por una determinada red social en internet; sin consentimiento ni información, para el “estudio de emociones y su contagio”, o el del intento de manipulación de intención de voto.
El ser humano es fácilmente manipulable, y de ello se aprovechan la mercadotecnia y el poder. Estudian los grupos y los dirigen hacia sus objetivos, que raramente coinciden con los del grupo social bajo el estudio.

¿No es ésto una cuestión peligrosa que debemos de transmitir y alertar a los demás para poder mantener nuestra conciencia y nuestra libertad?

Nos hallamos en un punto crítico y tenemos mucho que perder. No deberíamos ignorarlo.