No hay un piso para el sufrimiento, un día miramos dentro de nosotros mismos y nos damos cuenta que estamos en llamas y eso nos obliga a escapar, simplemente porque esta en nuestra naturaleza. Intentamos apagar nuestro incendio mientras nos desangramos lentamente en el momento justo, viendo como los sueños se desvanecen ingenuamente al ver las llamas en nuestros ojos.
Esto sucede cuando nos planteamos metas inalcanzables y sueños altos para nosotros y amores que son utópicos y de películas. Buscamos historias de poemas y personas con ojos que cumplan nuestros deseos en un mundo desgarrador con pocas chances de encontrar y aún así lo seguimos buscando.
Nos incineramos con nuestro propio combustible y eso nos fortalece, todo a nuestro alrededor se reduce a cenizas pero lo más valioso de nosotros sigue intacto. Nos queda un recuerdo de lo que fuimos y a quienes amamos, eso nos diferencia entre una multitud de destinos rotos y corazones fracturados por la mitad.
El fuego nos purifica, nos libera de nuestro propio tormento personal y nos da nuevos horizontes para estallar con sueños nuevos y un abanico enorme de emociones nuevas por sentir. El fuego nos libera de los tormentos y nos purifica al nivel de sacar todo lo malo y dejar que lo nuevo aflore y nos transforme en personas libres y limpias.
No tengas miedo a incendiarte.
Depauperización a través del lenguaje