Desperté en una cama enorme, con la vista borrosa y me encontraba realmente abrumado por lo que había pasado, estaba desorientado y no distinguía el sitio en el que me hallaba, lo único que podía percibir con claridad era como unas cálidas manos transitaban un pañuelo sobre mi húmeda frente. ¿Cómo te sientes? -me dijo aquel sujeto- y… no respondí nada, pero pude reconocer esa voz, era la misma voz que había escuchado antes de caer inconsciente. Admito que me asusté un poco y levanté mi cuerpo bruscamente de aquella cama. Él intentó calmarme tomándome de la mano y… confieso que ese toque fue suficiente para identificar quién era, porque aunque no veía muy bien, las últimas semanas había aprendido a sentir de verdad y creo que, darme cuenta de su majestuosidad era lo único que necesitaba para iluminar mi alma, porque mis dolores comenzaron a desaparecer.