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Querida soledad

Kevin A. Rojas Kevin A. Rojas Seguir Oct 22, 2019 · 10 mins lectura
Querida soledad
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Querida soledad, antes que nada quiero agradecerte por haber estado ahí siempre. Me has acompañado en esta aventura que parecía en un principio no tener un final definido. Hubo muchos baches en el camino, y nos tropezamos con todos, vimos algunos pozos y nos caímos en todos, y a pesar de que no me levantaba o salía del pozo, tú estabas allí en todo momento.

Desde el famoso nacimiento, hasta la ahora llamada muerte. Me gustaría que tuviera otro nombre, pues este ya posee muy mala fama. Madre fallecida en el parto, padre abandonando al bebé por razones desconocidas, quedando abandonado en un orfanato. Vaya, que buen comienzo. Pero tú siempre estuviste con él, y yo no era precisamente una ayuda.

Nadie quería estar con él, lo miraban raro, creo que era por culpa mía. No, debieron ser las ojeras, dormía muy mal, bueno, no dormía. O quizá los dolores de cabeza que lo hacían irritable. O quizá solo era aburrido, nunca quería hacer nada… ni comer nada. Siempre parecía cansado, ansioso, era lento, creía que todo era su culpa. En fin, tú viste más eso que yo, me atrevo a decir que tú también fuiste parte del problema.

Desde que la felicidad llegó tarde a la reunión de emociones frecuentes, ya no pudo volver a entrar y no supimos nada más de ella. Tristeza tuvo que tomar su lugar, me miraba mucho, parecía obsesionado conmigo. Luego de 10 largos años, una familia lo adoptó y pensamos que estaría bien. Fuimos con él, y las cosas no mejoraron exactamente.

La familia garantizaba devolverle la felicidad, pues el personal del orfanato les advirtieron que el chico era especial, que padecía: “algo”. Bueno, en la casa, todo fue peor, pues resulta que los padres eran unos maniáticos que adoptaban niños para manifestar su odio por ellos, por lo que los torturaban. El pobre nunca se quejaba y no le importaba nada. Le daban poca comida, y ni siquiera se la comía. No le daban cama, y de la nada dormía demasiado.

Me daba un poco de lástima como tú siempre estabas con él, siempre llevabas la misma cara. A él siempre lo golpeaban, y el pobre ni siquiera se levantaba, solo se quedaba allí para recibir las patadas posteriores. Y tú, de igual forma, estabas ahí sobando las partes en las que le habían pegado.

De tan poco que hablaba, llegaron a creer que era mudo, y lo empezaron a golpear por eso. De tan poco caso que le prestaba a los insultos que le decían llegaron a creer que era sordo. De tan poco que parecía afectarle los olores repugnantes por los que lo obligaban a estar creyeron que había un problema con la salud, lo mismo con su gusto, pues no importaba lo que le dieras, si llegaba a comer, comía (lo más lento que podía) sin importar que fuese literalmente heces de cualquier animal.

Llegaron los 16 años, un milagro le sucedió, aunque no pareció importarle. De alguna manera, que tú, yo y él desconocimos siempre, a los tipos los descubrieron y los apresaron, y el chico fue a parar, ahora sí, a un hogar feliz. Una familia simple, padre, madre, hija de 15 años (de gustos peculiares) y un bebé. Recibido por la familia con mucho afecto, creímos que el muchacho podría sentir alegría finalmente… vaya que nos equivocamos, incluso había creído que te irías.

Lo trataban muy bien, le daban buena comida diario, le proporcionaron una habitación llena de cosas que pudieran entretenerlo y demás. Incluso la chica se enamoró de él e intentaba por todos los medios de hacerle sonreír, sin nunca tener éxito. Ella solía pasar todo el tiempo, literalmente, junto a él, siendo la mejor persona que podía ser. Se ponía más brillante que las perlas, cuando estaba con él y él decía una palabra, ella adquiría el color de los rubíes, mientras que él permanecía en el pálido de los zafiros.

Nada parecía funcionar, y ella solo se obsesionó con él. El hecho de que no pudiera alegrarlo la volvía loca. En una ocasión, lo obligó a violarla. Perdió la virginidad solo para que él fuera feliz, pero él no hacia nada, ella era la única que se movía, pues él ni siquiera mantenía el vigor…

A él no le importaba nada, ni siquiera sabía si lo que quería morir o vivir, no sentía nada respecto a la chica, a pesar de que ella hiciera lo imposible para que la amara. Simplemente no había nadie que pueda ocupar tu lugar, y yo nunca me fui tampoco. Ella perdió su primer beso, y su virginidad por él, y él ni siquiera lo intentaba. Ella incluso se vestía delante de él, en más de una ocasión se bañó con él (entrando al baño mientras “lo hacía”, pero no para provocarlo, sino para ayudarlo a bañarse, pues él no lo hacía, solo se mojaba mientras lloraba y sus lágrimas se disimulaban con el agua de la regadera, y ella aprovechaba para bañarse ella y darle todo el amor que pudiera a pesar de que este no correspondiera)

Ella se iba a dormir con él (no por acto de rebeldía, pues los mismos padres se lo pedían), lo abrazaba, ella se sentía segura en sus brazos, a pesar de que si a ella le pasara algo él ni siquiera miraría pues no le importaría, pero ella lograba que él notara ese gesto, y muy para sus adentros se lo agradecía.

Ella lo besaba, se enrollaba en su cuello, entrelazaba sus piernas con las de él, incluso llegó a dormir desnuda con él, pero nada funcionaba. A pesar de ello, ella nunca desistió de él. Pasaron los años, ella estaba decidida a corregir su problema cual fuera que fuese. Sin embargo, algo terrible sucedió en su familia, pues al parecer el padre se metió en líos extraños y lo secuestraron, torturaron (secuestrando a su esposa para violarla y matarla, y nadie sabe qué pasó con el bebé) y matarlo tras la muerte de su esposa.

Ella logró evadir esto, heredó la fortuna de su padre, que le rendía para vivir sin trabajar por dos años (su padre era millonario) con él. No quiso vender la casa, pero los malos nunca se enteraron de ella y su “novio”, así que nunca les pasó nada. Viviendo solos, y con su familia asesinada, ella cayó en lo mismo que él, y él adoptó una actitud que nos sorprendió, la empezó a consolar vagamente, pero lo intentaba, y lo poco que hacía funcionaba al final.

Él, de alguna manera, logró curarle la depresión a ella, y cuando ella volvió a ser alegre y radiante como siempre, él volvió a ser el mismo de antes, pero ella ahora estaba decidida a curarlo a él. Pasados varios años más, él contaba con 21 años y ella con 20, aún vivían de la fortuna de su padre, pero no les quedaba mucho tiempo.

Ella no se atrevía a dejarlo solo, aunque tú siempre estabas allí de todas maneras. Hicieron todo lo posible para que él pudiera ser feliz, pero nada daba resultado, él solo lloraba. Ella se quedó sin amigos por él, incluso dejó de estudiar. Los amigos que tenía le decían que lo dejara, que él no valía la pena, pera ella decía que lo amaba mucho para abandonarlo, y pues fue esta decisión la que le costó quedarse sin amigos. Solo lo tenía a él, y era como no tenerlo.

Ella pasaba todo el día con él, mientras él lloraba y con ella atada a él. Sus brazos casi siempre estaban alrededor de su cuello, sus labios esporádicamente se posaban sobre sus blancas y pálidas mejillas, sus manos usualmente yacían acariciando su desaliñado y desordenado, incluso a veces sucio cabello, y el resto de su cuerpo parecía pegado al de él con el más fuerte de los adhesivos; él nunca manifestó queja, pero tampoco gratificación.

Cuando se bañaba con él, su cuerpo desnudo se unía al suyo en sincronía, y el abrazo en el que se fundían era tal que cualquiera estaría celoso de la calidad de ese amor, el que ella le tenía… cuando dormían, la comodidad que ella encontraba estando recostada en su pecho. Él era como una nota musical monótona y grave, siempre sonaba igual y pesada, mientras que ella era una combinación del resto, que a pesar de que ella presentaba todo y él casi nada, eran la canción más hermosa que se podía componer.

Pero tú, oh tú, eras demasiado celosa. Cuando ella empezó finalmente a curarlo, él empezó a pasar menos tiempo contigo. Dejaba de necesitarte y eso fue demasiado para ti. Te devastó. Y me engañaste para acabar con la vida del pobre chico. Pero no salió como esperabas.

Lo obligaste a irse a la cima de un edificio, el más alto de la ciudad, y lo sentaste en la punta. Ella apareció de
la nada, sabiendo perfectamente lo que le obligarías a hacer. Pero, no iba para detenerlo, sino para ir con él. Ella sabía muy bien lo que yo estaba haciendo. Veneno en sus bebidas, drogas en su comida, trampas para él mismo, ruleta rusa con revólver, ella sabia que yo quería matarlo, y estuvo retrasando todo lo más que podía.

Yo no lo hacía porqué quería, tú me obligabas y yo no tenía opción, pero ella parecía entenderlo. Ella sabía que él lo haría tarde o temprano, y ya que ella no se lo podía impedir… además, ya que ella perdió toda su vida para mejorar con la suya, cuando la fortuna de su padre se acabara, él o ella tendrían que conseguir trabajo para sustentarse, cosa que resultaría imposible pues ninguno estaba preparado para algo.

Sentados en aquella punta del edificio, bajo la incipiente lluvia que se hacía más fuerte mientras más se alejaba del borde para terminar de matarse, ambos lloraban, no lo podían evitar. Se consolaban el uno al otro, pero sabían que llegaría el momento. Finalmente, llegó la calma después de la tormenta, las nubes se despejaron y la luna resplandeció desde el cielo.

La preciosa luna plateada yacía en lo alto del cielo, con algunas estrellas haciéndole juego, supieron que era momento, se miraron a los ojos, se dieron el primer beso honesto de toda su vida, y sin separarse ni abrir los ojos, se trasladaron hacía la muerte. La luna lloró toda la noche, con una casual lluvia de meteoros que tuvo lugar esa misma noche a esa misma hora, pero esos meteoros en el cielo eran lágrimas de la luna.

En los últimos momentos en que nuestro refugio prevaleció consciente, te odié por haberme obligado a hacer esto. Yo no quería esto para él. Mientras que tú lo querías solo para ti, egoísta soledad. Te odio, pero eso ya no importa, es nuestro fin, todo se acabó, y mientras veo la película de todo lo que hicimos , me doy cuenta que la culpa siempre fue mía, tú solo lo consolabas de lo que yo provocaba.

Aunque te odio, me disculpo por todo. No puedo decir que fue divertido, porqué no lo fue. Pero si es verdad que hemos recorrido un largo camino (si 21 años cuenta como largo). Perdón por causar tantos problemas, él nunca consiguió la felicidad porqué yo me aseguré de que llegara tarde y no dejarla presentarse. No sabía lo que hacía, perdóname. Me disculpo infinitas veces, y sé que no es suficiente, pero es que ya no tengo más que decir que perdón…

Atte: depresión…

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