En este encierro obligado, esta bueno para pensar y re pensar que es el tiempo. Ese del que tanto estamos pendientes, pero de que no sabemos a que hacemos referencia cuando escuchamos sobre este.
En este poco tiempo, nos pareció que pasó mucho. En
este poco tiempo o mucho. En ese tiempo, usé menos
marcadores y más letras. Más estrofas,
y menos puntos finales. Menos resúmenes, y más
historias profundas. Menos bosquejos, y más post-it,
pegados en la pared de mí habitación, recordando lo
que esta apresurada vida nos obliga a olvidar.
Cuándo se presentan nuevos obstáculos, en el mundo
del “menos es más”, necesariamente aprendemos
cosas nuevas y para aprender cosas nuevas nunca hay
tiempo. Excepto que se te rompa el reloj o el artefacto
que nos da la hora.
En este poco tiempo o mucho , en ese tiempo usé
menos el celular, y más la libreta. Más la estufa y
menos del invierno. Usé más mis sentidos, y menos
las prenociones. Y vi que la realidad no se puede
contar con una calculadora. Ni pesar con una balanza.
Que ver no es lo mismo que mirar u observar, y que la
realidad no se puede medir.
En esta realidad, que no se puede ver, tampoco medir
y a veces, ni siquiera vivir, preguntar por el tiempo es
abrumador.
Este poco tiempo, nos pareció que pasó mucho. En es‐
te poco tiempo o mucho, en ese tiempo, me pregunté
si menos era más. En ese tiempo, me pregunté que era
el tiempo. Por el invierno, y el calor de la estufa.
En ese tiempo, me pregunté por los relojes, por la hora,
¿qué es la hora?
En este poco tiempo, que parece mucho,
cumplí menos con las pretenciones, y me hice más
tiempo para mí.
Hay más tiempo siempre, hay que ver para qué.
Más Tiempo.