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Soy Venezolano y no, no he emigrado. El éxodo masivo de venezolanos a diferentes latitudes, es una realidad que por más que algunos traten de disfrazar, es tan grande como la crisis que se vive en el país. Yo sigo en Venezuela, por decisión propia, por amor propio y por una cuestión de ego. La mayoría de mis amigos y muchos de mis familiares se han ido a probar suerte a otros países por diferentes razones: buscando un mejor futuro (para ellos y sus familias), huyendo del caos y la anarquía que reina en Venezuela, otros buscando darle un giro a sus vidas. En fin, cada quien tiene sus motivos para tomar la decisión de dejar la tierra que los vio nacer y echar raíces a kilómetros de distancia de la llamada “Pequeña Venecia”.

Muchos de ellos me preguntan a diario (nos comunicamos a diario a través de las redes sociales), que hago todavía en Venezuela; si la situación es insostenible, y la única respuesta que se me viene a la mente es “¿por que debo salir huyendo como un ladrón, cuando los rateros son otros?”. Un gran numero de personas no entiende lo que se vive en mi país, son escenarios muy complejos; que solo el que está adentro, el lo que lo vive, el que lo padece, puede entender. Situaciones que en cualquier país del mundo sería una locura, la excepción a la regla, una contingencia o simplemente un imposible, en Venezuela es la norma, el día a día, lo normal.

La propaganda como ingeniería social, ha arrastrado a una parte importante del país a una espiral descendente, a un abismo, a un pozo sin fondo, donde se dice lo que el gobierno quiere que digas, donde se ve lo que el gobierno quiere que veas, donde se come lo que el gobierno quiere que comas, donde se hace lo que el gobierno ordene. Yo no soy capitalista, no soy comunista, no soy socialista; en mi opinión, ellos son los mismos payasos, pero con diferente peluca. Cada uno juega el juego que más le conviene, un juego donde se hace lo que sea por mantenerse en el poder y llenarse bien los bolsillos, sin importar cuanto cueste, ni a a quien atropellan en el proceso.

Yo sigo en Venezuela porque todavía tengo mucho que darle a esta tierra y siento que mi país tiene mucho que darle a los venezolanos y al mundo. No somos un país terrible, ni un país pobre, somos un país que cayó en manos de un grupo de personas terribles, con un alma y un corazón muy pobre.

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