En las elecciones europeas del domingo día 26 de Mayo el independentismo se juega bastante. No solo a nivel simbólico, que Puigdemont salga elegido como eurodiputado, sino que la estrategia de internacionalizar el conflicto catalán daría un paso más.
Seguramente una de las razones por las que la República Catalana no cuajará del todo, es por el poco apoyo que tuvo desde el exterior. Ningún país europeo la reconoció, incluso aquellos países bálticos con los que mantienen buenas relaciones. Tampoco de Asia ni América.
A pesar de todo esto, el independentismo ha ido vendiendo una situación diferente en sus mitines, charlas y conferencias. Su pretexto es que Europa, como continente que engloba a las mayores democracias liberales de Occidente, no duraría en ponerse de su lado por representar estos unos valores democráticos que un Estado autoritario no reconoce.
Asimismo, Europa ni estuvo ni estará por dos razones muy simples.
La primera es que la Unión Europea tiene problemas mucho más serios. Desde el Brexit hasta el aumento de una derecha euro-escéptica que amenaza con su concepción. Así pues, Cataluña no se encuentra entre las primeras de las preocupaciones de los gobernantes europeos.
No obstante, es cierto que en el continente también existen otras tensiones territoriales. Regiones que aspiran a convertirse en un Estado Propio, como los flamencos en Bélgica. Así que tampoco conviene dar alas a un movimiento de nacionalismos que podrían suponer, a la larga, otro problema que ahora no conviene despertar.
La segunda razón es que no se dan las circunstancias para que Europa dé apoyo a una Cataluña independiente. Cuando Quim Torra, Presidente de la Generalitat, mencionó el caso de Eslovenia, a parte de levantar una polémica, vendió al mismo tiempo una falacia. El caso esloveno se encontraba enmarcado en una situación geopolíticamente muy diferente a la catalana. La desmembración de la antigua Yugoslavía, sumado al nuevo ordenamiento mundial venido de la victoria estadounidense de la Guerra Fría, que le interesaba establecer enclaves en el Este de Europa para frenar a una débil Rusia.
Los líderes independentistas saben la debilidad que posee su discurso. Por ello han incrementado su presencia en el exterior. Han buscado profesores favorables a su causa en universidades europeas, han dado charlas sobre el tema, y han aumentado los ingresos y laexpansión de embajadas catalanas por todo el mundo.
Pero…¿Y si hubiese ido una delegación de la Generalitat al Kremlin o a Pekín, en su día, prometiendo que a cambio de su reconocimiento establecerían una base militar en costas catalana? ¿Una República Catalana apoyada por la Rusia de Putin o por el gigante asiático chino? Otro gallo hubiese cantado.