En torno al año 1900, el psicólogo Alfred Binet diseñó, por comisión del gobierno de París, el primer test de inteligencia con el propósito de clasificar correctamente a los niños en el sistema educativo, es decir, para saber quienes necesitarían recibir clases de regularización y quienes serían “estudiantes exitosos”. Esta medida se conoce como Cociente Intelectual y la fórmula para calcularlo es la siguiente: Edad mental dividida entre la edad cronológica y el resultado es multiplicado por 100. La edad mental hace referencia al desempeño en ciertas habilidades (sobretodo, numérica y verbal) que muestra el sujeto con respecto a otros evaluados de la misma edad. Por ejemplo: Si un niño de siete años posee un desarrollo cognitivo similar al de uno de diez, entonces su puntuación de CI es 142. En este caso, se trataría de un Superdotado ya que su CI es mayor a 130.
Después de que se extendiera el uso de los test de CI en Occidente, Howard Gardner, autor de la Teoría de las Inteligencias Múltiples (IM), realizó cierta crítica sobre la evaluación estandarizada de dichas pruebas. Primeramente, esta sería incompleta si sólo evalúa las inteligencias lingüística y lógico-matemática a costa de las demás IM. En segundo lugar, las pruebas originalmente intentaron predecir quienes serían buenos estudiantes, pero no quienes serán buenos profesionistas en el futuro. De este modo, la visión alternativa de Gardner consiste en evaluar las IM de cada individuo para poder describir su propio perfil cognitivo y así crear un currículo de actividades que le permita descubrir y ejercer su profesión en la comunidad correspondiente. Esto ofrece un cambio de paradigma de las siglas CI: En vez de significar Cociente Intelectual, para el psicólogo evolutivo significaran Centrado en el Individuo.
Cuando hablamos de alguien excepcionalmente inteligente, por lo general usamos palabras como Prodigio, Superdotado, Maestro, Genio; etc. Parece que estos adjetivos calificativos sugieren la misma idea, pero ¿Cuáles son las diferencias entre cada uno? Un Prodigio es alguien que desarrolló destrezas asombrosas en una o varias especialidades a una edad precoz. Un Superdotado es alguien cuyo CI supera los 130 puntos (como mencioné en el ejemplo). Un Maestro es alguien que ha alcanzado los niveles más altos en el dominio de una o varias especialidades después de 10 años de práctica. Un Genio es un Maestro que, además de dominar una o varias especialidades, consiguió trascender su época para convertirse en un Arquetipo Universal. En otras palabras, un prodigio pudo ser o no un Superdotado, puede ser o no un Maestro y puede ser o no un Genio. Un Superdotado puede ser un Maestro sin ser un Genio. Un Maestro no necesariamente fue un Prodigio o un Superdotado.
¿Qué quiero decir a partir de toda esta información? Así como Howard Gardner ofreció una manera distinta de entender la inteligencia, yo pretendo hacer algo similar con respecto al potencial humano. Para lograr mi cometido, déjame preguntarte ¿Es posible ser un Genio sin haber sido un niño prodigio o un superdotado? La respuesta es un ¡Si! rotundo. Entonces, ¿Cuál es la clave del Genio? Tomaré como ejemplos a W.A Mozart, Albert Einstein y Leonardo Da Vinci. Teniendo en cuenta las diferencias existentes entre sus personalidades, vidas y obras, ¿Cuál es la principal característica que tienen en común y que además los hace tan geniales? Simple: Su extraordinaria creatividad. Gracias a ella, Mozart fue capaz de componer 693 bellas canciones mientras que Einstein concibió la Teoría de la Relatividad (y ya no hablemos de Da Vinci).
Considerando lo anteriormente mencionado, me atrevo a afirmar que ser un Genio es una decisión. No importa si no te gustan las Matemáticas o si tienes mala memoria declarativa o cualquier otra característica que consideres que te hace menos inteligente que otras personas. Tú tienes el poder de desarrollar al máximo tu creatividad.
Lograrás dejar tu huella en el mundo si eres capaz de conocerte a ti mismo, permitirte cometer errores, sentir pasión por la vida, adquirir disciplina y explorar nuevas maneras de pensar. Encuentra tu causa y asume el compromiso que implica para poder superar los desafíos más difíciles… ¿Qué estas esperando?