A mitad de la noche me embistió el amor, con rostro de amistad, vestido de juventud, frescura y cordialidad, una mirada distinta a todo lo conocido y aunque su llegada fue abrupta, con ternura y reserva le dí la bienvenida una vez más a mi vida.
Platicábamos hasta altas horas de la madrugada, de tonterías que nos hacían reír como niños, el tiempo volaba y se detenía a la vez, cada noche quedábamos suspendidos en otra dimensión, sin siquiera sospecharlo y cupido nos atrapó, poco a poco en cada cita se conectaban nuestros cuerpos en la distancia y nuestras almas asistían al encuentro más maravilloso, excelso y sublime que jamás sospeche.
A él lo había conocido antes en mis sueños más profundos, al instante no lo recordé, fue con el pasar de los días que mi alma percibió su extraña familiaridad, esa sensación de conocerlo de toda la vida aunque nunca antes lo había visto, esa confianza desde el primer momento, aunque apenas le conocía y ese Poderoso Magnetismo que nos atraía a ambos con una fuerza imposible de resistir.
Era una mezcla de misterio, picardía y encanto seductor, nuestra complicidad cada noche era más evidente, todo fluyó de forma natural, como si el universo nos hubiese citado al encuentro y dispuesto la mesa sólo para los dos. M.M.