Tiempos convulsos nos envuelven y el poder intenta apaciguarlos. Presenta soluciones convincentes, las aceptamos o nos resignamos y se ejecutan. La magia está hecha. ¿Pero para quién?
Tras un período de cuatro décadas de gobierno férreo unidireccional sin elección previa, se derivó mediante un proceso poco claro a algo que llamamos democracia, y que nos rodea a día de hoy. Nació el bipartidismo que de forma casi exponencial, ha ido concibiendo descendientes de diversos colores pero con unos padres determinados, y un abuelo conocido de sobra.
Tras ésto, se concedió el poder de elegir mediante un papel, qué color ejecuta las medidas que se acuerdan, ¿en dónde? ¿quién? ¿y para qué?
Los colores se van turnando, regalándonos sus mejores posados y firmando sus mejores medidas para con el pueblo, ese es su discurso.
Pero no hay que perder de vista quién hace posible el surgimiento de éstos colores, para quién firman, en definitiva a quién representan.
Tras las caras sonrientes se suele hallar un ente desconocido para el pueblo. El Mercado; y no es ese lugar donde solemos intercambiar algo llamado dinero, por algo llamado comida o ropa o juguetes… No, es una entidad que juega a apostar por el valor de la vida humana, el valor de las semillas, del carburante, de todo cuanto nos rodea, incluyendo la naturaleza, pues ésta ya tiene precio puesto. Es una entidad compuesta por muchas almas elitistas, gente, familias poseedoras de grandes fortunas, de dudoso origen a mi parecer, que son quienes hacen los acuerdos, las normas de éste juego dónde el vulgo no es más que una simple pieza, que mantienen viva mientras les sirva para sus juegos en las sombras. Son quienes hacen y deshacen, y nadie se preocupa de ellos ni arman peleas de barrio “porque tú no eres de mi color y estás equivocado”.
Son éstas personas, éstas entidades empresariales, que no hemos elegido, por las que nos deberíamos aunar y luchar, y no por los colores, que son en definitiva una simple foto durante un período concreto intercambiable.
Pero entonces surge la gran pregunta. ¿Cómo organizarse contra el ente poseedor de la semilla, el agua, el aire? ¿No es acaso una batalla desigual?
El pueblo debe despertar y retomar la lucha por su existencia; impidiendo que éste ente siga diseñando la educación de todas las generaciones, y por lo tanto jugando con nuestro pasado (al omitir y borrar partes), nuestro presente (haciéndose dueños de todo) y del futuro (adormeciendo el poder crítico de las generaciones que nos sigan). Reaccionemos ¿Pero cómo? Pues hay que empezar por generar ideas, ese será el primer paso.
Ni colores ni ideologías, son los Mercados, con sus élites, los que negocian nuestras vidas a nuestras espaldas. No perdamos de vista este hecho.