Fue el 15 de septiembre de 2002. Mi nombre, Lara Loursen, no es fácil estar aquí y saber que fui una víctima más de esta loca sociedad.
–Los jóvenes están aquí –dijo la maestra, después de que todos los niños tomaran asiento ordenadamente.
–Gracias maestra. ¡Hola chicos!
– ¡Hola señorita Lara! –respondieron al son del saludo.
No era fácil estar allí, sé que entendían la razón de mi presencia, porque ellos aprendieron lo que significa la palabra “igualdad”. Eran chicos entre los 13 y 17 años; entre los cuales, había una chica en especial, Vilma, tenía 15 años, su padre la violó a la edad de 13, hasta que nos conocimos, pude desatarla de su pasado y que pudiera ser libre. Su padre se encuentra preso y, hoy quiero darle la gran sorpresa de que, irá conmigo a casa, porque la he adoptado.
La voz de una persona significa mucho para esta sociedad. Aquí todos somos iguales, ellos han aprendido el gran lema “Yo te creo”; creo en la fuerza de la igualdad, yo creo en el derecho para todos, sin excepciones. Existen voces que gritan, pero no la alcanzamos a oír; están inmersas en una sociedad que no cree, y vale… vale más un poder, que la protección y la igualdad de los derechos igualitarios.
“Yo te creo” porque también callé por muchos años, hay quienes, si nos oyen, no calles, no les des poder, al que tiene poder por tu silencio. No más, ya basta todos somos una misma creación, y aquellos gritos serán escuchados.
Lejos o cerca