Los días 14 y 15 de Junio Madrid pudo asistir a la primera edición del Festival Internacional de Blues. Paradójicamente, en una de esas bromas que tanto gustan a los buenos hegelianos, el Festival se celebró en Colón. La misma plaza que meses atrás había sido objeto de toda la atención del país por convertirse en el símbolo de unos patriotas muy, y muchos, patriotas se convirtió en una plaza en la que se podían oír canciones sobre la mujer amada que te abandona o no tener ni un duro en la cartera o de las injusticias y golpes que hay que sufrir en este vida o de la incomprensión en medio de la gente aunque tararee o cante tus canciones.
El caso es que se alinearon los astros y… ESCALERA DE COLOR: no tenía nada qué hacer; mi alma vieja y nostálgica eyacula con un buen triste blues; y desconocía el panorama “actual” del Blues -desde que murió B.B. King no he vuelto a ser el mismo y mucho me temo que jamás me recuperé. Así que agarré mi cartera negra hecha mierda y mis gafas de sol y para allá que me fui.
¿Cuál no sería mi sorpresa al ver lo que allí presencie? Y no lector/ra mordaz, no se trataba de una epifanía ni de la Virgen pariendo a Jesús. Se trataba de un público cuyo promedio de edad rondaba los cuarenta; de un público cuya forma de vestir parecía decir: «clase media: no tocar». ¿Dónde c… estaban las almas tristes de gafas negras y voz grave y desgarradora? ¿Dónde estaban los desesperados, los inadaptados, los negros?
Aunque no puedo ni debo decir nada malo de los músicos -sólo ellos y el público mantiene vivo el Blues-, tengo que decir que si existe es perdiendo y olvidando su esencia. El Blues se está aburguesando, le están domesticando para que no muerda. Una lástima sin duda alguna y una p… verdadera lástima.
Y ahora como buena alma triste, me pongo mis gafas negras aunque sea de noche y voy a un chino cualquiera a por una lata de cerveza. Está noche toca… Drunk on the Moon.
Atentamente,
un tipo cualquiera