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La alimentación: 2. Marketing Alimentario

Verónica Sierra Ponce de León Verónica Sierra Ponce de León Seguir Jul 13, 2019 · 4 mins lectura
La alimentación: 2. Marketing Alimentario
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Más allá de la palabra alimento; en los estantes de los supermercados, tiendas, grandes superficies y online; podemos ver una amalgama de apellidos tras el nombre del mismo. A través de los mass media se magnifican; ya se sabe: la televisión, las revistas e internet. Son siempre rimbombantes, repetitivos pero huecos. Son fachada para ocupar un lugar en la cesta de la compra. Pretenden hacer creer al público sus bondades y sus preciadas propiedades, que otros productos similares no tienen. Y las multinacionales sólo te piden a cambio de esos apellidos un poco más de tu dinero.

Esos apellidos son: Fortificado, Enriquecido, Menos azúcar añadido, Multivitaminas, Light, Casero, Receta de la abuela, Cero por ciento de materia grasa. Y la última moda: Vegano, Sin glúten, Elaboración propia, Integral, Con semillas, Sin lactosa…

De la primera lista de apellidos; la clásica, deberíamos preguntarnos ¿Qué hay detrás de los productos con tal denominación? Nos muestran alimentos más sanos y mejores para paliar nuestra deficiente dieta. Esa es su premisa. Pero si damos la vuelta a cualquier envase que los contenga, comprobaremos que de casero no tiene nada; los que son con menos sal, grasa o azúcar ¿qué sustituye éstos elementos, porque son sustancias que estimulan al cerebro para que los deseemos (cosa que la industria conoce de sobra y aprovecha)? Deben sustituirlos por elementos, no digamos químicos porque todo en el universo es químico, físico y matemático (son las reglas que rigen la existencia de la materia), sino sustancias industriales añadidas; cuya composición y efectos de exposición, ya sea a corto, medio o largo plazo, desconocemos, y mucho menos si tienen efectos acumulativos o interactúan con otros compuestos.

Son productos, cuanto menos dudosos. Y si el problema está en la dieta, por mucho que consumamos alimentos con calcio, vitaminas y minerales añadidos o con menor contenido graso; si todo lo demás es comida no nutritiva, sólo agrandamos el problema.
La segunda lista, la de los super sanos, cae en trampas que rozan lo absurdo. Una persona que haya decidido ser vegana, por convicción, por defender a los animales, por mejorar su dieta, tiene la obligación de darle la vuelta a cada uno de los productos que se lleva, y comprobar que de sanos no tienen ni la apariencia. Que en ocasiones, tras la denominación E seguida de un número puede estar escondido un subproducto de origen animal, Llevar ingredientes industriales que pueden incluso haberse prohibido en otros países, ya que la legislación alimentaria no es unánime y no están fuera de la presión de los Lobbies.

Sin lactosa y sin gluten, son apellidos alimentarios que han llegado a la reducción al absurdo. Respecto al primero, bien es cierto que con el paso del tiempo podemos perder la enzima lactasa, que es la que nos ayuda a digerir correctamente el azúcar presente en la leche, y que la mutación que nos ha permitido tolerarla más allá del estadío infantil, la poseemos los europeos. Pero si no se presenta intolerancia a la lactosa; ¡ojo, no confundir con la alergia a la caseína, una proteína de la leche!, desechar éste alimento de la dieta o pagar más por un producto sin lactosa, no es necesario.

Respecto a sin gluten; si no eres celíaco, es un error garrafal pagar más por el mismo producto. Partamos de la celiaquía, una enfermedad que impide la correcta digestión del gluten, proteína presente en la cáscara de algunos cereales, dando como respuesta una reacción inmune. Éstas personas necesitan que sus productos se fabriquen en industrias y obradores totalmente separados de los productos normales, para evitar la contaminación de cualquier resto. Se juegan la vida. Pero muchos de los productos que ponen “sin gluten”, se han fabricado en los mismo obradores que los normales, porque en su composición jamás llevaron ese ingrediente (véase en bricks de leche); sólo es un reclamo. Se basa en la ignorancia y las modas alimentarias.

Elaboración propia o integrales o con semillas, son reclamos imposibles. Basta con coger el producto y ver el proceso de elaboración (en su mayoría precocidos, congelados, industriales) y los ingredientes (para ver que sólo tienen un X% de integral muy pequeño y el resto son harinas de uso común). Y los que son con semillas… (les añaden al producto normal un par de pipas y resuelto).

Y el colmo del absurdo, productos no alimentarios veganos (véase champús). Éste tipo de productos nunca puede ser, ni carnívoro ni vegano, no son alimentos son productos de higiene, son productos con ingredientes químicos de industria.

Por lo tanto, es obligatorio darle la vuelta al producto, leer e informarse para no caer en los engaños de la industria.

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Verónica Sierra Ponce de León
Escrito por Verónica Sierra Ponce de León