Y de repente despiertas un día y te miras al espejo y simplemente no te reconoces, te asombras con tu propio aspecto. Te das cuenta que te has olvidado de ti y eso te lleva a sentirte totalmente derrotado. Siempre te sientes cansado, caes en cuenta que te has alejado de muchas personas que realmente quieres y necesitas en tu vida, porque sí, hay personas que deben y otras que merecen estar en tu vida. En ese momento comprendes que vives de una manera equivocada, trabajas 18/7 y vives prácticamente para darles gusto a todos menos a ti mismo, te sientes una farsa pues solemos descuidar (de manera inconsciente tal vez) nuestra salud física y mental, nuestra felicidad y por ende, la de personas que nos rodean.
Entonces decides que es momento de una transformación porque has logrado comprender que como te ves por fuera, eres por dentro. Nuestras enfermedades son un reflejo de nuestras emociones y la única manera en que ellas pueden hablarnos es de ésta forma: manifestándose. Cuando enfermas, cuando tu mente está fuera de enfoque, es demasiado tu estrés, por más intentos que hagas por maquillarte de manera perfecta o vistiendo una prenda súper wow y aun así no te agrada lo que ves en el espejo, es el llamado oportuno para analizar tu interior y saber cómo y dónde estás y hacia dónde quieres ir.
Y bueno, es entendible que para que una transformación sea completa, no basta solo con adquirir nuevos hábitos, antes de eso debes comenzar a valorarte y hacer una introspección crudamente honesta. Redescubrir traumas que ni siquiera sabíamos que teníamos, hace falta escarbar muy bien en nuestra memoria para poder identificar qué tanto equipaje mental cargas, pues solo así podremos aprender a soltar lo que no necesitamos.
Pequeños cambios, a la larga, se vuelven enormes saltos cuánticos que transformarán tu vida. El bienestar pleno resulta ser el mejor viaje a esto que llamamos vida. Recordemos que para poder brindar bienestar a los que amamos, primero debemos estar bien nosotros mismos pues no podemos dar aquello que no tenemos, esa es la máxima por excelencia.