¡Ay si yo te hubiera escrito cuando tuve el corazón golpeado! Es muy probable que hubiera llegado a la conclusión de que te odio y a reconocer que no me quieres. Sin embargo, acepto que, siendo de carne, hueso, espíritu y alma, cometo errores, así que lo admito: me equivoqué, y caí desde muy alto por haber sido consciente de desenlaces similares a este y aún así aceptarte. No cabe duda que te tengo pegado a mí y que posiblemente no quiera que nos vayamos, ni yo de ti ni tú de mí. Pero tengo ahora como prioridad mi estabilidad, y ya me propuse a hacer justo lo contrario a todo lo que considero que quiero muy dentro mío, porque sé, desde hace mucho, que hay veces, como ahora, en las que la mejor elección es la distancia, para poder sanar, para enmendar, para perdonar, para aprender y volver a amar.
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