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Augusto, la niña y la plaza azul

Alby Duarte Alby Duarte Seguir Jul 24, 2019 · 4 mins lectura
Augusto, la niña y la plaza azul
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No tiene voz, no tiene proyectos, vive sólo se deja llevar por los años aguardando el final porque Augusto es también cobarde y no se puede matar.

Tiene 26 años, desde los 17 nadie lo ha escuchado hablar, sentado sobre la silla de ruedas, estático y observador del mundo, oyente de los más pequeños detalles.

Pinta, pinta mucho, cuadros oscuros salpicados de vida, la vida que guarda entre sus voluntades muertas.

Augusto tiene los ojos negros y grandes, oscuros y brillantes, parecieran faroles que perturban, porque sí, su mirada es perturbadora, no tiene un ápice de certeza, es como si por un segundo estuviera dudando de cada latido, de cada inhala e exhala.

Vive a 15 km de la capital, a las afueras, en un barrio de clase media, su apartamento se encuentra al frente de una catedral que está pegada a la plaza azul, así se llama la plaza donde cada tarde van a jugar los niños, hay un grupo selecto por Augusto, un grupo de cinco niñas, juegan a veces en las hamacas, otras veces saltan sobre cuerdas. Augusto desde el segundo piso observa , observa con infinito interés el juego de las niñas, siempre sabe que a las 16 acudirán ellas, las niñas tienen entre ocho y diez años, hay una niña especial, la que más ganas de observar tiene Augusto, tiene los ojos pequeños de color miel, es de apariencia frágil, la de más baja estatura, una piel blanca y sus rizos negros que cubren su pequeña espalda, Augusto abre un poco las cortinas y la observa , sabe que sólo a las 16 horas él puede sonreír mirándola.

En el año 1993 perdió a su madre, en el acta policial figura que su madre se suicidó, es mentira y él lo sabe, una suma importante fue suficiente para una farsa de aquella magnitud, no hubo parientes con recursos suficientes que pudieran hacer valer la voz, nadie podría matarse así misma así pero la corrupción venció; entonces se le olvidó la voz a Augusto, molido por la culpa, tres años más tarde, se mudo a donde reside ahora, sus vecinos, todos conocen a Augus como un ser sumamente extraño, el portero del edificio ha rumoreado a la vecindad que posiblemente sea un psicópata ya que cuando un día el ascensor se averió lo ayudó a subir al segundo piso y observó sus cuadros, para él Augus es un enfermo del que hay que tener cuidado.

El cura lo ha visto más de una vez observando desde las cortinas mirar a las niñas, y lo observa como si tuviera el presagio de que algo tenebroso se estuviera asomando. Augus sufre de insomnio, toma café batido y pinta, la pinta a ella y también a ella.

Mezcla el rizo de ambas con la oscuridad y sus ojos mieles en la inmensidad de las tinieblas las hace lucir como ángeles, una de ellas luce triste y la otra está pintada en una sonrisa rayana de perturbada agonía. Augus lleva tres cuadros que las pinta juntas desde que la conoció, Augus sonríe y llora, porque vive cada vez que las pinta.

Él no está loco, simplemente se ha vuelto tan observador, tan detallista que ya nada expresa como simple mortal vestido de monotonía, él admira la vida y la muerte desde ángulos tan diferentes… será porque a ambas aguarda desesperadamente a la que llegue primero, no importa cuál.

Se rumorea que el hombre barbudo que mira desde el segundo piso sea un pervertido sexual, las niñas ya no acuden a la plaza azul y a Augus la tristeza le invade, está pintando un pacho blanco en la oscuridad, tiene la esperanza de volver a verla.

Todos los días a las 16 horas se asoma a su ventana a mirar si entre las criaturas, ve los rizos negros que tantas veces ha soñado y tantas noches ha pintado, ya no la pinta juntas.

Augus del que tanto conversan y del que nadie sabe nada. Augus no es mudo, Augus perdió las ganas de hablar cuando su madre fue asesinada por su propio padre frente a sus ojos, su madre gritó tantas veces su nombre que él terminó odiándose, su madre de ojos mieles y rizos oscuros hasta el último quiebre de su voz dijo Augus, y Augusto desde su silla de ruedas vio como su padre ebrio mataba a puñaladas a su madre, se le fue la voz a Augus.

La niña para él es como una apariencia de su madre en forma pequeña, en forma de ángel sonriendo todas las tardes en la plaza azul a las 16 horas…

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