Despertamos con la necesidad de llegar hacia los demás, despertamos con todas las ganas de vivir el día y sentir el sol en nuestras mejillas. Pero nos encierran en una esfera de cristal y nos etiquetan sin preguntar nombres ni edad. Permanecemos sentados aplaudiendo a estrellas vacías, admirando el brillar de un sabor artificial que envenena nuestra alma.
Nuestros pensamientos se vuelven más débiles y comenzamos a caminar encadenados a lo que nos hace “feliz” junto a miles de personas reflejando un concepto de hormigas en fila trabajando para asistir a una reina que solo nos corta la existencia y roba nuestro tiempo.
Si para volar te quitas el corazón no es volar, es morir sin sentirlo.
Si para tener luz necesitas ocultar tus raíces no florecerás en primavera.
Si dejáramos nuestra vida de cristal y nos enfocáramos en necesidades reales no necesitaríamos más una pantalla para ser felices.