La fría y gélida noche de invierno, no es un impedimento para ellos. Les fascina la idea de poder encontrarse en esa noche con otra realidad. Frente a frente se chocan y entienden que la realidad es de ellos.
Es un ritual y en éste, se dejan caer; se miran y se dejan vencer. La fría y gélida noche se hace insoportable; frío cortante y desgarrador invierno. Adentro, el humo cálido los abraza, se sientan y se dejan llevar.
Música de fondo suena; música que acompaña el momento. El suave sonido de la guitarra acústica que hace un solo e invade el lugar de un sinfín de notas que, en armonía y lentamente, las dejan pasar para que así hagan su espectáculo. Entre eso, se pierden; se pierden en la guitarra y en su sonido, en las notas, en ellos, en nosotros, en vos y en mí.
Les fascina la idea de perderse; perderse para encontrarse, encontrarse donde ellos quieran. Y es que la realidad de ese momento, es la que ellos quieran y eso les fascina. Una sonrisa se dibuja en sus rostros, que media torcida, reflejan su felicidad. Se dejan caer, se miran y se chocan cara a cara; se dejan llevar.
Entre la cálida y gélida noche de invierno, se pierden en su calma, que los invita a quedarse un poco más. Se chocan cara a cara con la realidad, que un poco distorsionada, los invita a gozar.
La noche sigue transcurriendo y el sol comienza a asomar. Un nuevo día nace; un día que no conoce de noches gélidas, ni de noches cálidas. No conoce de humo y tampoco de tranquilidad.
Así, la noche va terminando y se hace de día; otro día que no conoce de notas y tampoco de oscuridad. De vos, ni yo; no conoce de nosotros y tampoco de ellos. Y el le dice: “Amo chocarme cara a cara con vos, sobre todo cuando cierro los ojos y estoy en otra realidad”