-El favorito de la maestra no es más que el lamebotas. Eso dijo mi compañera de labores.
El ejercicio de la pedagogía está repleto de análisis de conductas humanas, miradas desde sus primeras expresiones, la adolescencia.
- La verdad, Lili, es que creo que no hay favoritos. La ecuación es simple; hay estudiantes con los que nos llevamos muy bien, podemos hacer chistes y puedes incluso dejar entre ver tus propios gustos. Es una cuestión de afinidad, no de favoritismo.
Está era mi reflexión final. Defendiendo mi derecho de hacer amigos, independiente de que este ser sea el estudiante de mi clase.
-Colega, esto que acabas de decir no es adecuado, no podemos ser amigos de los estudiantes. Es antinatural. Genera exceso de competencia entre ellos e incluso puede fallarte y revelar los secretos, la mala palabra que utilizaste o la calificación que arreglaste.
Hoy, sostengo firmemente que un estudiante que se acerca, que comparte tu locura y el desasosiego que a veces te otorga la labor de profesora es, en teoría, un reflejo de la conducta humana de protección mutua. El estudiante es Sancho y tú el Quijote, me ayuda a mantener la calma cuando intentar que me escuchen se torna la aventura. Una crisis personal, una aventura para el lamebotas.
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