Todos en algún momento de nuestra vidas hemos sido culpables e inconscientemente culpables de algo. Somos culpables de lo que hacemos para herir al otro sin importar el impacto que generan nuestras palabras y acciones en la otra persona, en donde tenemos toda la intención de romper al otro emocionalmente. Por otro lado, somos inconscientemente culpables cuando a raíz de ese primer impacto que han generado en nosotros, buscamos continuar hiriendo como mecanismo de defensa y acción inmediata ante esa agresión, se podría decir que es lo más lógico y natural del ser humano, no? quiero decir, culparían a un perro que muerda a quien le esta lanzando piedras? muchos dirían que lo tiene merecido, pero, existe algo que nos diferencia de estos hermosos animales, y no es solo su capacidad de amar incondicionalmente, sino, “la razón”, por tanto, la verdad es, que inconscientemente o no, seguimos siendo culpables también, de querer alimentar y hacer crecer la llama de la discordia, de la crueldad e insensibilidad. Somos tan vulnerables cuando creemos confiar y creer en alguien plenamente, jamás esperas que esa persona te lastime o te hiera, porque tu no lo harías con ella. Pero, sin saberlo, lo haces con o sin intención, eso, eso te hace inconscientemente culpable. Acaso Jesucristo no nos enseñó a dar la otra mejilla? por qué nos cuesta tanto enfrentar el mal con el bien y no enfrentar el mal con el mal? estamos fallando al creer que debemos hacerles a los demás lo que ellos nos hacen a nosotros, quiero decir, por un momento es gratificante, te da una sensación de satisfacción tan plena que te hace creer que es lo correcto, pero, no te hace mejor persona y en lugar de una, ahora son dos personas heridas y así seguirá el ciclo, hasta poblar la tierra de corazones rotos y almas heridas, por acciones y palabras, simples y punzantes palabras cuyo filo se asemeja al de un filoso cuchillo que corta todo a su paso, queriendo lastimar el mundo interno del otro. Es tiempo de romper el ciclo de la ofensa y la culpabilidad inconsciente, rompe la cadena. Aprende que ser inconscientemente culpable te pone exactamente en el mismo lugar de la otra persona… ambos causan el mismo daño, no seas cómplice, se responsable de las acciones que generas en el otro. Recuerda que, la discreción del hombre le hace lento para la ira, y su gloria es pasar por alto una ofensa.
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