Cuando el ser humano comenzó a ser consciente del proceso de producción de recursos y su diversidad, inició un proceso de intercambio. Yo tengo X recurso, tú tienes Y recurso; te cambio parte del mío por parte del tuyo. Surgiendo así el trueque.
Con el devenir de la historia y las complicaciones surgidas de la valoración de las mercancías para su intercambio, surgió lo que conocemos como moneda. Simples trozos de metal valioso que se intercambiaban por mercancías con un valor asignado. Tiempo después, pasó a ser metales sin valor comercial, pero con una cuantía pautada. Y tras ésto, aparecieron sus equivalentes en papel. Haciendo más fácil el intercambio por recursos y objetos de uso cotidiano.
Todo ello vigilado, creado y manipulado desde entidades creadas para tales fines, los bancos. Primero de forma local, luego nacional y finalmente global.
El dinero gira entorno a la vida, todo tiene un precio. Bajo la frase “tanto tienes, tanto vales” muestra el importe de tu existencia. Si eres pobre, no mereces la más mínima conmiseración. Eres un ser prescindible, sustituible por alguien mejor. Para evitar caer en ello, usamos nuestro tiempo para demostrar que no somos inútiles, sino productivos, somos de provecho; y nos dan unas miserables monedas por ello. Siempre la cantidad que desde el poder cree que vale.
De ésta forma, el dinero ha pasado de ser un medio de obtención de bienes, a un método de esclavitud(“la esclavitud no se ha abolido, sólo se ha puesto en nómina”)
El valor de nuestras necesidades reales (bienes básicos: comida, ropa, agua, casa…) es creado desde entidades que desconocemos y que no hemos elegido; por lo tanto ya están decidiendo a qué accedemos y a qué no. Y derivado de ésto, por cuánto estamos dispuestos a esclavizarnos y cuántas cosas podemos obtener. Es decir, el valor último de nuestra vida.
¿No deberíamos de estar reflexionando sobre el poder que el dinero y sus actores están ejerciendo sobre cada uno de nosotros? ¿A caso una vida vale más que otra? ¿Quiénes son los dueños últimos del dinero? ¿Por qué se arrojan el derecho a decidir sobre nosotros? ¿Cómo podemos frenar ésta situación? Son cuestiones difíciles de responder, y que creo que deberíamos plantearnos aunque nos quiten el sueño de muchas noches.