Me estaba adentrando a lo desconocido y aunque jamás había estado ahí podía jurar que me encantaba, me gustaba la posibilidad de poder admirarle desde otro punto de vista así como suelen hacer con el arte, mirarlo desde otra perspectiva, y de hecho esta me gustaba aún más, porque en esta él era “mío” y no me refiero a la forma de pertenecer, porque no, siempre supe que él tenía mucha libertad y jamás se me ocurrió arrebatársela, al contrario, era lindo verlo partir y volver al tiempo, me hacía añorarlo pero también a su vez sabía cómo mantenerse presente a pesar de sus vuelos. Me estaba adentrando, en un mundo donde sus miradas me conmovían y de pronto me sorprendía contando sus tantos lunares y pestañas, me tomaba el tiempo de notar cada una de sus respiraciones, me dedicaba a conocer las parte de él, incluso aquellas que no se atrevía a mostrar a nadie, me estaba adentrando en él.
La dignidad como falacia