Formar una vida de pareja es un trabajo compartido, arduo y hermoso.
Para que una buena pareja exista es necesario crear el “nosotros” sin perder la individualidad del “yo”, es decir, se debe respetar siempre los miedos, sueños, ambiciones y formas de reaccionar de ambos quienes conforman la pareja, pero además deben cohesionarse y crear en ellos una especie de “cerebro de pareja” en donde puedan llegar a determinados acuerdos para unir y solidificar la relación.
Cuando una relación no funciona, no es culpa de uno ni del otro de manera individual, sino que es responsabilidad de ambos porque no fueron capaces de formar el “cerebro de pareja” siendo está la razón más generalizada del por qué ocurren los quiebres en las relaciones de pareja que tienen intenciones de prosperar juntos.