Aquellas informaciones que se generan sobre un hecho concreto, son datos. Lo que vemos en carteles, panfletos, revistas también lo son. Y sobre todo, lo relativo a nuestras experiencias vitales son datos. De hecho cada uno de nosotros somos un conjunto de datos utilizable, robable, subplantable, espiable… Pero parte de esta condición es culpa nuestra. Las redes sociales son llenadas de lo que hacemos, lo que compramos, con quién lo compartimos… En nuestros bolsillos hay un objeto que recauda una ingente cantidad de los mismos. Y no sólo por lo que lleva instalado, sino por lo que el propietario instala, dando sin ser consciente, consentimientos innecesarios.
El acceso a la cámara del móvil, al audio, al posicionamiento… Y a esto hay que añadirle los elementos de nuevo cuño que ayudan a la recolección de trocitos de nuestras vidas que se empaquetan y se venden. Asistentes domésticos, robots de cocina, robots de limpieza; la domotización de los hogares, lenta pero imparable, es innegable. Y con ello la vigilancia.
Además de todo esto, se nos insta a usara la última tecnología en aras de facilitarnos la vida. Móviles con detector de huella, pago por reconocimiento facial, sistemas de seguridad basados en el reconocimiento del iris. Pero ¿nos hace más fácil la existencia, o nos hace más vulnerables frente a lo desconocido? Porque si desconocemos quién y para qué tiene nuestra vida en sus manos, no se nos puede garantizar que nuestra intimidad e integridad permanezca inalterable.
El gran hermano que ya existe, es un lobo con las fauces abiertas, que se nos acerca cada vez más. Tengamos en cuenta que en un lugar del mundo, todo esto ya se usa para clasificar a los ciudadanos en buenos o malos, y en base a ello permitirle o no hacer determinadas cosas. Castigar en función del pensamiento o permitir que tenga liquidez para adquirir cosas.
¿No será éste el final real para el desarrollo y ubicuidad de la tecnología en estos tiempos? Pues si esta distopía a velocidad normal puede generar recelo y miedo, debemos imaginarnos cómo será cuando la velocidad del reconocimiento facial o cualquier otro dato, se pueda cruzar para decidir sobre un individuo, cuando se haya desarrollado el famoso 5G. Que lo podrá hacer en cuestión de segundos ¿Dónde quedará nuestro derecho a ser personas?