Olvidar

Corto relato de lo que intento olvidar

Algún día olvidaré el color de sus ojos que tanto yo amé, de cómo brillaban y podía observarse el caluroso amarillo dentro del más dulce verde cada que se apasionaba por algo que hacía o decía, la manera en que me miraban cuando estaba concentrada en algo más o simplemente distraída, y las desgarradoras lágrimas que brotaban de ellos durante la última despedida; olvidaré también el olor de su cabello, y como nunca lograba encontrar la forma de mantenerlo como deseaba, o de hacerlo crecer sin que le estresara antes y lo cortara de nuevo; seguramente no recordaré sus ásperas manos, las cuales me sujetaban con una delicadeza indescriptible que solo el amor podría generar y me llenaban de caricias que diariamente hacían que no dejara de suspirar; olvidaré los acordes de su canción favorita, aquella que puede calmar su ser incluso en el peor de los momentos, la cual escucho para recordar lentamente cada instante que nos regaló el destino durante un tiempo; ni siquiera sentiré nostalgia al no tener su presencia cuando perciba el aroma de sus fragancias favoritas en otra persona, podré leer de nuevo cada una de las cartas que guardo conmigo sin otra vez derrumbarme y que mis lágrimas las inunden y se borren aquellas letras; olvidaré la suavidad de su piel, la ternura de su inmenso corazón y su indudable inteligencia, no recordaré cuan grave era su voz y cuanto cambiaba cuando era conmigo con quien hablaba, olvidaré el sabor de sus besos y el lugar de cada una de sus lunares, tampoco he de recordar la forma de su espalda cuando se sentaba a la orilla de la cama, ni siquiera imaginaré sus brazos en la soledad de la noche para acurrucarme dentro de ellos y sentir el incesante palpitar en su pecho; algún día olvidaré cuando nos encontrábamos a escondidas en aquel lugar que luego él hizo siempre nuestro y podré pisar de nuevo el césped de ese parque que nos quiso eternos, iré a cualquier lugar en donde haya estado con él sin tener un nostálgico recuerdo y jamás recordaré como hace trescientos sesenta y cinco días comencé a vivir para olvidar todo lo nuestro.