¡Uno nunca madura! ¡No pidan eso!, es pura carreta. Nunca he olvidado cuando mi vida era fácil, donde solo la preocupación era jugar. Y sí, jugué a las muñecas, me puse tacones, y hasta vestidos. Deslumbrante como modelo del arte francés.
¡No jodan con qué debo ser grande y responsable! No habia mejor adrenalina que ser rebelde. Ser canson, burlon, y hasta grosero. Eran tiempos de jugar, jugar, y nada más que jugar.
¡No pidan qué actúe como viejo! Me gustaba ser el niño de la timidez, de las historietas, de los animes, y del fútbol. Brotaba sudor, desorden y recocha.
Odiaba las reglas, lo ordenado, lo limpio. Era una plagita chica, un niño que hizo muchos daños ventanales. Y todavía juego con mi sobrino a los juguetes, aunque ya me he encuentro con el caramelo de la fantasía y la niñez tan desanimada.
Mirar fotos de niño te lleva a esos espacios donde la vida me parecía más simple, más armoniosa. Era toda una leyenda de los xboxs, de los video games, donde te gastabas todo el dinero de los descansos. Donde no sabías decirle a la niña que te gustaba, ni una sola vocal. Era un momento bochornoso, pero muy inocente, muy genuino.
Cantar, gritar, jugar; verbos que ya se extinguieron. Y que solo esta en el exilio del mundo de la infancia.
Por eso a los inmaduros; ¡déjenos!, ¡nos gusta seguir teniendo vivo el alma del niño juguetón!